La inversión me ha enseñado muchas cosas. Muchas que poco o nada tienen que ver con su ámbito, que extrapoladas a otros escenarios son muy útiles.
Creo que lo una de las cosas más importantes que me ha enseñado la inversión es a creer más en mí. Así de rotundo. Cuando uno empieza sus andaduras en el mundo del dinero busca referencias, modos de pensar y de hacer… una guía, una fórmula de éxito asegurado. Pero a poco que avanzamos en nuestro camino, pronto nos damos cuenta de que eso no existe. Y lejos de encontrar ese ansiado mentor, nos topamos con mucho charlatán que trata de anticipar el futuro del mercado. Con el grado de acierto que todos sabemos: poco… y esto ya es mucho decir. Así, tras poco tiempo, el mundo de la inversión casi nos obliga a tomar nuestras propias decisiones, nuestra propia estrategia, y a ser consecuente con ella. Y nos damos cuenta de que somos tan listos como el más, y tan tontos también como el que más. Pero aprendemos de los errores, ajenos al principio… y propios un poco más tarde. Y precisamente así, a base de errores, depuramos nuestra experiencia. Y pasa eso, que a cada paso que damos confiamos más en nosotros mismos. Y adquirimos una interesante habilidad para tener nuestro propio criterio.
Otra de las enseñanzas que la inversión me ha enseñado es sobre cómo asumir riesgos. Es tan grande la campaña del miedo que intencionadamente se ha propagado (a nadie más que a ti le interesa que tú seas financieramente independiente), que a cualquier iniciativa inversora o emprendedora contada en la mayoría de grupos sociales se le asocia inmediatamente la palabra “arriesgado”. Y sí, lo es. Pero al final, ¿qué es menos arriesgado?¿dejar que tu dinero pierda valor en un depósito a un interés que no bate la inflación? El riesgo es una percepción. Y además puede controlarse en cierta medida. Si quiero montar un negocio que me cuesta cien mil euros, no es lo mismo tirarse a la piscina con ese capital, o hacerlo previendo que la cosa puede ir mal y esperarse a tener una dotación de un 40% superior, con su consiguiente coste, también en tiempo. Es una decisión personal… pero los saltos al vacío mejor con paracaídas…
La diversificación tiene también su reflejo en la vida real: si todo tu ingreso depende de un solo trabajo por cuenta ajena… todos tus huevos están en la misma cesta. Suena duro, pero es así. Y si es así, ¿por qué no empezar a trazar un plan para cambiar la situación?
Yo te lo digo, porque hacer un plan y ejecutarlo requiere esfuerzo y tiempo. Y nosotros, queremos resultados inmediatos, para todo. De un tiempo a esta parte, hay una cultura de la inmediatez que no nos hace ningún bien. También los mercados me han aleccionado sobre esto. Me han enseñado a tener paciencia y a cultivar el esfuerzo. Paciencia, para ver germinar una siembra con todo el tiempo que necesita. Sin prisa, pero sin pausa. Poner, esperar, seguir poniendo. Al principio, los pequeños pasos no te llevan donde quieres llegar, pero sí que te sacan de donde no quieres estar… Y luego esos pasos, poco a poco empiezan a resonar en la acera, porque uno empieza a pisar fuerte. Y esfuerzo, mucho esfuerzo con la paradoja de casi envidiar a mis semejantes, viviendo a todo trapo, y casi obligados a hacerlo pada poder enseñarlo en tiempo real por las redes sociales. Pero la (f)independencia reza, que quien ríe el último, ríe mejor… y lo que no te cuenta es que llegado a un determinado punto en el camino, uno puede empezar a sonreír… y los imprevistos, no lo son tanto… y los caprichos, tampoco. Y la costumbre de no dejarse llevar por los impulsos de la inmediatez obra que se alcance un equilibrio y una seguridad que la verdad es muy de agradecer.
Y con todo esto bien agitado en la coctelera de mi vida, el resultado es la mayor de las enseñanzas: que el mayor activo y el más importante de todos, es el tiempo. Mi tiempo. Y que como pasa en el mercado, sobre él hay que tomar decisiones. A diferencia del dinero, el tiempo es un bien muchísimo más escaso, así que hay que decidir muy bien cómo invertirlo y con quién. Porque el tiempo, bien invertido, dará como rendimiento unas vivencias personales, que además de hacernos como somos, será lo único que nos podremos llevar de este mundo.
Fansworth, acabo de leer tu entrada y vuelve a suceder lo de siempre: me he quedado pensando.
Creo que tu blog no tiene comentarios precisamente por esto: porque la gente se queda pensando…
Es verdad. Es reconfortante. Es sabiduría para la vida cotidiana. Es dejar a un lado el ego y la vanidad, que a tantos malos pasos nos conduce. Es auténtico.
Quiero que mis hijos lean este artículo y mediten sobre ello.
Muchas gracias.
Hola Concha, bienvenida.
Agradezco mucho tu comentario. «Quiero que mis hijos lean este artículo y mediten sobre ello» es de esas cosa que también reconfortan.
Muchas gracias.
Me encanta leer esto y no desfallecer en nuestro camino.
Saludos.
Hola Jose,
Más que «no desfallecer», precisamente es «nuestro camino» lo que hay que disfrutar… Sin prisa, sin pausa. De la mejor manera posible.
El tiempo es lo más importante y muchas veces lo malgastamos demasiado para conseguir tiempo. Vaya contradicción.
Tengo un amigo que se pone muy contento cuando le dan días de vacaciones a cambio de su trabajo extra en fin de semana. No se da cuenta de que ese tiempo que le roba a su familia el fin de semana lo gasta él un lunes solo en casa.
Hola Cazadividendos,
Interesante observación. Da para una entrada entera de por sí, sobre esos «trueques» de dudosa rentabilidad que hacemos en nuestra vida. En el libro «The Millionaire Fastlane», M.J.DeMarco, el autor, hace un interesante análisis sobre este aspecto: en muchos casos se cambian 5 días de trabajo por 2 de… no sé bien como llamarlo… (¿descanso?)… Cinco por dos… no suena justo…
Discrepo con el autor, porque él muy astutamente deja fuera de la ecuación el salario que se paga, la diferencia de responsabilidad/riesgo que tiene un trabajo por cuenta ajena, y los días de vacaciones remunerados… porque todo suma. Pero al libro tengo que agradecerle esa visión de «trueque» (y algunas cosas más que me han sorprendido e incluso me han hecho cambiar de opinión.).
Yo voy un puntito más allá.
A él no le dan dos días de descanso por cuatro de trabajo, sino al revés: por trabajar el fin de semana le dan cuatro días de descanso. Es decir, a priori parece un intercambio justo. Te dan el doble de días de descanso de los que has trabajado. Y de hecho él lo ve un buen negocio.
Yo en cambio creo que no se puede comparar un fin de semana con mi familia que cuatro «disfrutando» de mi bien merecido descanso entre semana SOLO en casa, mientras mi pareja trabaja y el niño está en el cole.
Unas reflexiones muy interesantes y con las que estoy muy de acuerdo. Creo que lo todo lo que comentas acaba pasando a la mayoría de los que invertimos y estoy de acuerdo con los comentarios en que lo más importante de todo es el tiempo. El tiempo es dinero y mucha gente no lo entiende de esta forma, una buena opción de verlo es empezar a pensar en lo que compramos como horas de trabajo en lugar de dinero; Si para comprar un iphone tengo que trabajar 40 horas y para comprar un huawei tengo que trabajar solo 10, yo lo tengo claro la verdad.
Un saludo!
Sienta bien ver que una no está sola en su visión del mundo. A pesar de que el camino es propio y de nadie más es frustrante ver cuán extendido está el miedo disfrazado de prudencia y la falta de empuje camuflada de incapacidad. Gracias por este espejo en forma de blog. Avanti, un saludo.
Hola Alba,
«Miedo disfrazado de prudencia». Muy buena definición. A favor del común de los mortales, para ser justos, hay que decir que por estas tierras, nunca nadie nos enseño nada. Ni antes, ni ahora. Y entonces, el miedo a lo desconocido, justifica muchos comportamientos.
¡Bienvenida!
Qué buenas reflexiones. Gracias. Cuánto vale el tiempo y la satisfacción de crear nuestro propio camino con sus aciertos e imperfecciones, pero nuestro.
Salvatierra