«Tiempo robado» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.
Mi padre tenía una frase que repetía cada vez que su edad (y su mala salud) le impedían hacer algo o no le permitían hacerlo como le hubiese gustado. Esa frase era: “la vejera es una mierda”.
Fue un hombre con muy mala salud. La que le tocó…y la que no le tocó, que el tabaco es una mala decisión personal. Pero con 64 años (y una retahíla de operaciones de toda índole) se despidió del mundo. Mermado, pero con relativa calidad de vida (15 años antes pudo elegir qué cirujano le haría el triple bypass). También creo que “la luz que brilla con doble intensidad, dura la mitad de tiempo”… la frase es de la película “Blade Runner” (de Ridley Scott, 1982), pero en este caso, hace mucha justicia. Lo digo yo, como hijo. Y todos los que le conocieron, porque fue de esas personas a las que una suerte de varita mágica le hizo destacar muy por encima de la media.
El caso es que últimamente esa frase me viene a la cabeza recurrentemente: visto cómo se ha presentado el último año, la tentación de mandarlo todo al garete y abandonarme al “carpe diem” es muy intensa. El año pasado nos ha robado lo más valioso del mundo: tiempo. Tiempo disfrutando con mi familia, de excursión, de viaje, de reuniones con otros familiares, de celebraciones, de paseos, de actividades…
Tenía previsto para este año pasado un viaje especial con mis hijos: tenían la edad perfecta para encontrar una buena oferta, y la suficiente para llevarse un recuerdo de por vida… Era el momento perfecto. Este año, también podría ser, pero el covid19 (y su gestión) parece que se empeñan en interferir nuestros deseos.
Y ese tiempo ya no volverá. El año que viene (y ya veremos), mis hijos serán más mayores, y aunque mi mujer y yo tenemos la intención de estar estupendamente (de forma, física y mental)… pues ¡váya Vd. a saber qué nos depara el futuro!
Vuelvo a mi eterno debate: vivir el ahora más intensamente o proveer un futuro incierto… Incierto hasta el infinito, porque no sabremos ni siquiera si tendremos oportunidad de conocerlo, y si afortunadamente es así… incierto porque no sabemos qué nos deparará… Eso sí, miro a los mayores que me rodean y veo muchas cachavas, prótesis, achaques… y pocos ganadores de euromillones…
Me gustaría pensar que todos nuestros mayores han vivido intensamente, y que a su vejez siguen deleitándose con las vivencias del pasado… pero parece ser que la cosa no funciona tampoco así. De hecho, mi libro de cabecera “Pensar rápido, pensar despacio”, de Daniel Kahneman, viene a decir lo contrario: un momento final negativo empaña casi todos los momentos positivos previos…
Y si como parece ser lo común es llegar a la vejez con alguna “tara” (no lo digo yo, basta con mirar a nuestro alrededor)… pues habrá que tratar de minimizar su impacto, y tratar (por lo menos eso), de tener una vejez digna. Y una vez más poder hacer frente a los gastos derivados de la edad, puede mejorar sustancialmente nuestra calidad de vida y no empañar (o al menos hacerlo en menor medida) las satisfacciones de nuestra existencia previa. Esas que deberíamos estar disfrutando ahora mismo…
Ya lo véis, es un problema recurrente y de difícil solución. Tal vez la vida, debería ser como reflejaba el comediante Sean Morey en un monólogo (aunque se ha atribuido erróneamente al historietista Quino, que en vida desmintió que el texto fuera suyo):
“Se debería empezar muriendo y así ese trauma quedaría superado.
Luego te despiertas en un Hogar de ancianos mejorando día a día. Después te echan de la Residencia porque estás bien y lo primero que haces es cobrar tu pensión.
Luego, en tu primer día de trabajo te dan un reloj de oro. Trabajas 40 años hasta que seas bastante joven como para disfrutar del retiro de la vida laboral.
Entonces vas de fiesta en fiesta, bebes, practicas el sexo, no tienes problemas graves y te preparas para empezar a estudiar.
Luego empiezas el cole, jugando con tus amigos, sin ningún tipo de obligación, hasta que seas bebé.
Y los últimos 9 meses te pasas flotando tranquilo, con calefacción central, roomservice, etc. etc..
Y al final… ¡Abandonas este mundo en un orgasmo!”
Llegado a este punto, nos encontramos ante una difícil elección, pero sobre la cual me gustaría realiza una última reflexión: en mi viaje hacia la (f)independencia, he descubierto que ya durante el propio viaje pueden recogerse y disfrutarse muchos frutos resultado del propio viaje: poder hacer frente a imprevistos, proveer cuidados en caso de enfermedad y poder ampliar el abanico de calidad que queremos en los productos y servicios está muy bien… y también concederse ocasionalmente la oportunidad de disfrutar sin tener que andar mirando la cuenta…
Eso… ¡no tiene precio!