«Sinsentido común» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.
Como en muchas otras ocasiones, lo que los entendidos (ya confesé que yo no lo soy) llaman “el sentimiento del mercado” ha dado un giro de 180 grados. Todo lo negro que se veía, parece ahora de color de rosa. Y sólo han bastado un par de noticias –tal vez ni siquiera eso… sólo han sido “esperanzas” publicadas – para obrar el cambio.
Una vez más. Nada nuevo. Hoy luce un día fantástico. Pero no me cabe duda que las nubes volverán a formarse y que nuevas tempestades nos esperan de nuevo… en un ciclo sin fin (si, esto ha sonado mucho a “El Rey León”, je, je, je)
Pero no va por ahí mi reflexión de hoy. No. Mi punto de crítica hoy se centra en muchos de los comentarios que he leído y escuchado durante ese apesadumbrado camino por la zona roja que los tiempos recientes han dejado a la mayoría de los inversores. Por un lado, parece que efectivamente permanecer en el mercado es realmente difícil. Ceñirse al plan, y mantenerlo es complicado, pero el papel lo aguanta todo y cuando la realidad llega, muchos, víctimas de la aversión a la pérdida, cambian de estrategia o directamente se bajan del barco a la espera de que las turbulencias amainen. El peor enemigo de la inversión, somos nosotros mismos.
Comprensible. No tanto, que una parte de éstos atemorizados marineros, traten además de buscar compañeros de bote para abandonar el barco… para sentirse arropados en la decisión… para acertar o equivocarse, pero no solos…sin hacer el análisis de que equivocarse en grupo, es también, al fin y al cabo, equivocarse individualmente.
Y finalmente, de entre este grupo, hay un subgrupo que no sólo abandona el barco y busca compañeros… sino que además trata de quemar el barco que abandona. “Hay que salirse del Ibex”, “USA se hunde”… etc, etc..
Al final, aparente inversores de largo plazo, se delatan como especuladores (con todo mi respeto por el término y las personas que se dan a ello, que conozco algunos buenísimos, pero que nunca trataron de ocultar lo que son. Simplemente no es lo mío). Lo que me fascina es que, por poner un ejemplo, personas que viven y trabajen en España, por un sentimiento, que normalmente suele ser más ambición que otra cosa, no quieran invertir precisamente en el país que viven y trabajan. Personas que se delatan con un pensamiento de quiero ser rico en España, pero sin invertir un duro en España…
– ¿En serio? ¿Eso cómo se come?…
Si no hay inversión en empresas locales que proporcionan bienes y servicios, ¿qué calidad bienes y servicios locales podemos esperar? No quiero con esto alejarme del esquema de diversificación global que tanto me gusta. Pero no seamos incoherentes, porque (será porque nos gusta por algo) vivimos aquí.