Examen de conciencia.

«Examen de conciencia» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


Los años pasan. Y todavía no has empezado. El pensamiento de que tienes que hacer algo para tratar de asegurar el futuro empieza a ser recurrente. Tal vez no sea un pensamiento tan claro y te lo plantees como un “debería ahorrar” o simplemente sea una incomodidad de “no gano suficiente dinero”…

Ser próspero es un derecho (hay quien piensa que debería ser una obligación, por lo menos en la medida de no llegar a ser dependiente). Desafortunadamente vivimos en una sociedad que nos incita a todo lo contrario.

Aun así, los años siguen pasando y ese pensamiento recurrente empieza a ser una preocupación… que con un poco más de tiempo también se convierte en recurrente. Y para cuando llegan las primeras reacciones suele ser demasiado tarde.

Es verdad que hay muchísima gente que no tiene ningún margen para invertir. Que vive muy cerca de esa línea invisible, desfigurada y cambiante que denominan “umbral de pobreza”. Pero también es verdad que la educación financiera (la de verdad, no la que nos venden los bancos y el estado) permitiría a mucha gente no llegar a esa situación. Porque a esa situación, en muchos casos, se llega.

Es muy cierto que la suerte que tenga uno al caer en este mundo determina en mucha medida el resto de su existencia. Pero también es verdad que superados unos mínimos niveles de ingreso, podrían empezar a aplicarse algunas fórmulas que por lo menos traten de alejarnos de esa línea de pobreza. Esa línea que con el paso de los años, parece que hace más visible, más definida… se materializa frente a nosotros y nos recuerda su existencia en forma de ese pensamiento recurrente que cada vez es más intenso.

Pero a largo de nuestra vida nadie nos ha enseñado cómo funciona el dinero. Básicamente conocemos que se consigue trabajando con esfuerzo, y paradójicamente se gasta sin ninguno. Que cuesta  mucho tiempo ganarlo, pero que se gasta en un periquete. Y ya. Se acabó. Así funciona. Esas son casi todas las instrucciones que históricamente existen sobre el dinero.

Y así, hay mucha gente que entiende la prosperidad exclusivamente como “ganar más dinero”, cuando realmente viven casi al día… a un par de nóminas de la bancarrota, aunque gestionando con auténtica maestría el crédito. Porque eso sí que los bancos y el estado nos lo han puesto muy fácil de aprender. Y muy accesible. La receta es fácil: si no tienes dinero, tráelo del futuro, y luego devuélveselo con el correspondiente interés. Se materializa en forma de tarjeta con la que la vida es casi de color de rosa y que rompe absolutamente con la afirmación de que “de dónde no hay, no se puede sacar”.

Y todos contentos. Por lo menos hasta que nos llega a la madurez ese momento de análisis en el que nos preguntamos dónde ha ido a parar todo ese dinero que tanto nos costó conseguir y nos planteamos ponernos a buscarlo entre la montaña de “gadgets” y teléfonos móviles que fuimos descartando por obsoletos a ritmo de uno cada dos años… Para eso sí que había esfuerzo. Para ahorrar o invertir… pues va a ser que no, que eso resultaba aburrido… aunque ahora empezamos a entender que no debía haber sido una opción.  Y que la excusa de “es complicado” siempre nos sirvió, aunque no nos paramos a comprobar si realmente eso era así. Y que “es arriesgado”, aunque tampoco nunca lo llegamos a experimentar… y que hay que tener mucho dinero… y tampoco lo cuestionamos. Puede ser que más por comodidad que por cualquier otra cosa.

Podía haber sido algo tan sencillo como una transferencia periódica… pero en vez de realizarla para nosotros, nos enseñaron a pagar el consumo en cómodos plazos. Y mire Vd. Por dónde, eso lo aprendimos en un santiamén.