“Para el gusto se hicieron los colores”, y “sobre gustos no hay nada escrito”. En una estrategia de inversión indexada, una de las decisiones que deberemos tomar es qué vehículo de inversión utilizar. Así, se nos presentará la alternativa de realizar nuestra inversión a través de Fondos de Inversión o de ETFs.
Yo, personalmente, he optado por fondos de inversión, pero considero interesante poner negro sobre blanco algunos datos para facilitar esta elección a futuros inversores.
Antes de nada, creo también oportuno establecer unas reglas del juego homogéneas, para que ambos tipos de activos sean comparables sobre el mismo “terreno de juego”: nuestro enfoque inversor es el de crear una cartera indexada, con diversificación global, y sobre la que realizar aportaciones periódicas. El objetivo de la inversión es realizar estas aportaciones hasta el momento de la jubilación, en el que la cartera tendrá que empezar a devolvernos el fruto de nuestra inversión aderezado con la constancia que hayamos sido capaces de mantener.
Tanto los fondos de inversión indexados como los ETFs indexados, son Instrumentos de inversión colectiva: básicamente son productos que compran acciones del mercado y las “empaquetan” para poder ser comercializadas de una manera sencilla vía participaciones. Así, comprando una participación (o una fracción), el inversor comprará todas las acciones que el fondo o ETF contenga. Para el caso que nos ocupa, concretamente estamos refiriéndonos a Fondos de Inversión y ETFs indexados, es decir, los que “empaquetan” todas las acciones que componen un índice (como por ejemplo el SP500, que contiene acciones de las 500 empresas con mayor capitalización de EEUU).
Tanto fondos de Inversión como ETFs pueden ser de distribución (reparten dividendo periódicamente) o de acumulación (el dividendo pasa a formar parte del patrimonio del fondo, incrementando su valor).
Hasta aquí, todo funciona de manera similar. Vayamos ahora con las características en las que ambos productos difieren:
Los fondos de inversión indexados no tienen una cotización en tiempo real y no se pueden comprar y vender directamente en el mercado. En su lugar tienen un valor liquidativo que se genera con las cotizaciones de la sesión, pero que se determina al final de la misma. Esto obliga a que la compra y venta de las participaciones no pueda ser inmediata, sino que hay que esperar a que se determine el valor liquidativo de la sesión para poder realizar la operación. Comprar o vender un fondo de inversión suele llevar un par de días de espera, desde que damos la orden hasta que ésta se ejecuta.
Los ETFs, sin embargo, sí cotizan en tiempo real, se compran y venden igual que las acciones ordinarias, durante la sesión de mercado. Su cotización fluctúa durante la sesión bursátil, y el precio de compraventa del ETF vendrá determinado por el momento en el que se lance la orden al mercado. No hay que esperar al valor liquidativo.
Ambos instrumentos de inversión tienen sus comisiones: en el caso de los fondos indexados, no se cobra por la operación de suscripción (compra) o reembolso (venta), sino que lo que se paga es una comisión por todo el servicio y gestión. Esta comisión oscila bastante de unos fondos a otros, pero en el caso de los fondos indexados no suele ser demasiado elevada (entre un 0,25% y un 0, 85% anual). Al conjunto de comisiones que soporta el fondo se denomina TER (Total Expense Ratio)
Los ETFs, además del TER (que suele ser ligeramente más barato que el de los fondos), dado que se negocian como las acciones, generan comisiones por cada operación de compra o venta que se realice.
Pero la diferencia más relevante que debe destacarse entre un fondo de inversión indexado y un ETF indexado, inclina la balanza hacia estos últimos, ya que desde un punto de vista matemático, los ETF reflejan mucho mejor lo que el término “indexado” significa, ya que replican su índice de referencia mucho más fielmente que los fondos indexados. Esto se debe a que los fondos de inversión siempre deben conservar una parte de su patrimonio en forma de liquidez, para poder responder a aquellos inversores que en un momento dado decidan recuperar su inversión. Si el fondo no tuviese un % de liquidez, habría que deshacer posiciones del mismo para cubrir esta demanda, y eso penalizaría al resto de inversores del fondo. Así, ese % de liquidez que los fondos tienen, hacen que la réplica de su índice de referencia no sea exacta. Y normalmente, el resultado de los fondos indexados es ligeramente peor que el del índice al que replican.
Sólo por esto, yo tendría claro que la inversión con ETFs es más precisa. Pero en determinados países, como por ejemplo España, la legislación es más benévola con los fondos de inversión que con los ETFs, y esto, en mi opinión, es determinante a la hora de escoger estos para mi cartera de inversión: los fondos de inversión, a diferencia de los ETFs, pueden traspasarse. Esto significa que yo puedo realizar “intercambios” de dinero entre ellos con dos beneficios importantes: por un lado la comodidad de realizar el traspaso de forma directa y con sólo una operación entre un fondo origen y un fondo destino (para el caso de los ETFs, tendía que vender del origen para luego comprar el ETF destino, con las comisiones por cada una de estas operaciones). Por otro lado, y este es el punto más importante, la operación de traspaso no tiene la misma consideración fiscal que una venta y posterior compra. Es decir: la operativa con ETFs, además de las comisiones de compra y venta, consolida un beneficio o pérdida patrimonial que resultará en el correspondiente impacto fiscal, que en caso de materializar un beneficio, nos obligará a pasar por caja en hacienda.
Con fondos, esto no sucede. El traspaso, es transparente para hacienda, no consolida beneficio o pérdida, y por tanto no tributa.
Así, en una estrategia en la que se apliquen rebalanceos, esta ventaja de los fondos sobre los ETFs es un factor definitivo. Poder traspasar el dinero de un fondo a otro sin tener que tributar por ello, es una ventaja importante, sobre todo cuando la cartera tiene determinada envergadura. En mi cartera “Bogleheads”, realizo rebalanceos anuales en el que ajusto los porcentajes de renta variable y fija según mi edad, pero también cuando un fondo se dispara (por arriba o por abajo) más de un 5% con respecto a la situación de partida anual que tengo fijada… (Este sencillo mecanismo obra automáticamente la baza ganadora en este negocio: vende caro y compra barato… Si un fondo sube más de ese 5% que tengo fijado anualmente, rebalanceo todo el sistema para nivelarlo, traspasando de los fondos que más suben a los que menos lo han hecho o hayan perdido, y lo mismo cuando un fondo se desploma ese 5%). No tener que tributar ni pagar comisiones de compraventa por estos movimientos, en mi opinión, compensa ese pequeño desfase de cotización con respecto al índice de referencia existente en los fondos de inversión y del que no adolecen los ETFs.
Pero como he comentado al principio de la entrada, “para el gusto se hicieron los colores”, y “sobre gustos no hay nada escrito”. Sobre este asunto solo puedo dar mi humilde opinión, siempre cuestionable. Pero no os quede la menor duda de que si tienes Fondos o ETFs Indexados y has llegado leyendo hasta aquí… ¡estás un poco más cerca de tocar la (f)independencia!