«Diseccionando mi cartera Bogleheads» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.
De todas las inversiones que he realizado durante mi vida, sin ninguna duda me quedo con mi cartera “Bogleheads”. Para os que no estén familiarizados con ella, os la presentaré diciendo que está compuesta por varios fondos indexados, estructurada en dos bloques (unos de renta variable y otro de renta fija) que quedan ponderados según mi edad y con distribución global (también ponderada según la madurez del mercado).
Suena complicadísimo. Pero nada más lejos de la realidad. Vamos al detalle.
Tal como he dicho, la cartera tiene dos partes: una de Renta Fija y otra de Renta Variable, y el % de inversión en cada una depende de mi edad. Concretamente mi cartera contiene un porcentaje de 110 – mi edad en Renta Variable y el resto en Renta Fija. Esto quiere decir que en el momento de escribir este artículo, mi cartera tiene un 64% en Renta Variable y un 36% en Renta Fija. Sí, soy así de Joven… 😛
La parte de Renta Fija tiene como objetivo ir creciendo a medida que me hago mayor. Poco a poco, al mismo ritmo al que yo cumplo años. Esto es así, porque no quiero sorpresas cuando tenga que recuperar mi inversión. Si soy purista y mantengo este esquema de inversión hasta la edad de jubilación (actualmente fijada en 67 años), al final de mi vida laboral, la cartera tendría un 57% en Renta Fija, que fluctúa relativamente poco. Así, si para cuando llegue el día de mi jubilación, la mayoría de mi inversión estará distribuida en forma de Renta Fija, y aunque haya una gran crisis, podré rescatar mi dinero sin sobresaltos.
La otra parte, la de Renta Variable, tiene por objetivo hacer crecer la inversión, darle “vida” a la cartera. Es la contrapartida de la Renta Fija. Mientras soy joven, aprovecha todo el potencial de crecimiento de los mercados. Y a medida que me hago mayor, va descargando su responsabilidad sobre la parte de Renta Fija, para “consolidar” su trabajo.
En mi caso, creo que no seguiré esta norma de distribución entre Renta Fija y Renta Variable a pies juntillas, porque la esperanza de vida de los tiempos que corren es lo suficientemente elevada como para que la cartera necesite un mínimo de alegría constantemente (en mi opinión, creo que me quedaré con un mínimo del 40% en Renta Variable, independientemente de los años que cumpla). Lo cuento aquí.
En resumen: mi cartera “Bogleheads ” tiene 110- mi edad (64%) en Renta Variable, y el resto en Renta fija (36%).
Cada una de estas partes está compuesta por varios fondos indexados. Concretamente tengo un total de 6 fondos indexados: 2 fondos de renta fija, y otros 4 de renta variable.
Con esto logro una gran diversificación. Tanto de activos (6 fondos diferentes), como geográfica (Europa, EEUU, Asia/Pacífico y países emergentes), como de valores (cada fondo, como veremos, contiene infinidad de acciones). Además, utilizo dos gestoras diferentes (Amundi y Pictet), para darle un giro de tuerca más a la diversificación.
Es interesante observar que para la parte de renta variable, los fondos no están distribuidos equitativamente (si así fuera, cada uno de ellos tendría un peso del 16’5%), sino que lo hacen teniendo en cuenta la madurez del mercado al que están indexados. Es decir: los mercados de EEUU y Europa tienen más peso (22%) que Asia/Pacífico y Emergentes (10%). Con esto, se consigue reducir “brusquedad” a las fluctuaciones de la cartera, ya que los mercados más maduros tienden a tener movimientos más suaves que los menos maduros.
Para profundizar un poco más en esta “autopsia”, pasaré a resumir el contenido de cada uno de estos fondos y así tratar de dar una idea de cómo se distribuye cada euro que invertimos en ellos.
Mi cartera, en el momento de escribir esta entrada, distribuye mi inversión en más de 3300 activos (entre acciones y obligaciones) distribuidos por todo lo largo y ancho del mundo. Y esos activos, además, son de una calidad excelente (porque los índices se quedan con lo mejor de cada mercado y van expulsando automáticamente los valores que por lo que sea dejan de tener capitalización). Así, una parte de cada €uro que invierto va a empresas como Alphabet (Google), como Alibaba, como Samsung, como Johnson & Johnson, como Nestlé… y así, hasta las más de 3300 que contienen estos fondos. Empresas de Suiza, Reino Unido, Francia, Italia, EEUU, China, Corea, Sudáfrica, Taiwán… De servicios financieros, salud, industria, consumo, tecnología, inmobiliarias…
Esto sí es diversificar.
Con 6 fondos, obtengo todo este maremágnum de activos, que además tienen la maravillosa virtud de funcionar automáticamente: cada año (o si el valor de uno de ellos se dispara más de un 5% con respecto al % del peso que corresponde según mi edad), el 7 de Noviembre (día de San Ernesto), rebalanceo la cartera para hacer una aportación y volver a actualizar los porcentajes. Y resulta que ese rebalanceo hace algo maravilloso: traspasa importes desde los fondos que más se han revalorizado hacia los que se hayan depreciado (o revalorizado menos). Es decir, cumplen la máxima ganadora del mercado: “vende caro y compra barato”.
Y todavía hay más: estos fondos son activos fiscalmente eficientes. Al ser fondos de acumulación (los dividendos no se reparten, sino que pasan a formar parte del patrimonio del fondo) no hay que tributar por este concepto. Y a esto también hay que añadir la ventaja que supone el poder realizar traspasos entre ellos también sin peaje fiscal. Así, tampoco hay que tributar por los rebalanceos, que me permiten consolidar beneficios sin tener que pasar por caja (este es un punto muy favorable a favor de la inversión en fondos frente a otros vehículos de inversión como los ETFs). Resumiendo: toda una vida para aportar sin tener que rendir cuentas a hacienda. Y cuando el sistema tenga que aportarnos a nosotros, entonces sí, habrá que pasar por caja, pero sólo por los beneficios (y por esto, los planes de Pensiones, son un auténtico timo, porque tributarán también por la aportación realizada. Esto se resume en que todo lo que ahora te venden como desgravación y ventaja, se vuelve en tu contra a la hora de rescatar el plan. La desgravación debería llamarse “diferimiento”, porque no es otra cosa: todo lo que te estás “desgravándote” ahora… te lo van a “gravar” después. Y a pagar tocará. Yo, sinceramente, prefiero ahorrarme este tipo de sorpresas en el futuro).
Por todo esto, una cartera “Bogleheads” es una muy buena idea de inversión:
- Porque no es cara de mantener: los fondos indexados que la componen generalmente no soportan comisiones elevadas. Insto a que comparéis las comisiones de estos fondos indexados con las mínimas comisiones de las que presumen algunas entidades.
- Porque es una cartera muy bien diversificada: por gestoras, por países, por distribución RF/RV, por ponderación, por activos subyacentes… ¡por todo!
- Porque funciona de forma automática: no hay que andar pensando en “momentos de mercado”, ni en si algo está barato o caro. La propia cartera, mediante el rebalanceo, realiza este trabajo.
- Porque es fiscalmente eficiente: no tributaré nada de nada hasta el momento en que empiece a retirar dinero. Ni por las aportaciones, ni por los traspasos, ni por los dividendos que pasan a formar parte del patrimonio de los fondos. Tributaré cuando cobre. Y sólo por el beneficio.
- Porque puede adaptarse a cada uno como un traje a medida: yo he buscado un modelo que funciona en modo «piloto automático», pero la cartera puede adaptarse a la edad de cada uno, al riesgo que se quiera asumir, variar la ponderación de la madurez de los mercados, incluir otros fondos con un pequeño porcentaje de inversión en mercados que nos gusten (robótica, orientados al envejecimiento de la población, etc.), realizar aportaciones con más o menos periodicidad, variar los criterios de rebalanceo…
- Porque es sencillísima de crear y operar. Unos pocos fondos… ¡y ya está!
- Y porque como decía John C. Bogle, pone “sentido común” a la inversión.