Estoy realmente convencido de que la creación de un pequeño patrimonio financiero puede llegar a gestionarse de forma relativamente fácil: la cosa pasa por aportar un poco de dinero. Y repetir esto una y otra vez, con paciencia y constancia. Y ya está… casi.
Y digo “casi”, porque lo segundo, es tratar de asegurar que ese dinero crezca. Y para ello tendremos que vencer a tres grandes enemigos: por un lado, la inflación, que tratará implacablemente de hacer que ese dinero aportado con esfuerzo cada vez valga menos. No que tengamos menos dinero, sino que con la misma cantidad de dinero podamos comprar menos cosas.
Por otro, los impuestos: que complementan el daño provocado por la inflación, quitándonos directamente, esta vez sí, cantidades nada despreciables de dinero. Sobre los fastidiosos impuestos, sólo me pronunciaré diciendo que deben existir por el bien social… pero su cuantía depende de la gestión de los gobiernos…
Y finalmente, el peor de los enemigos: nosotros mismos… débiles almas en lucha constante contra el sinfín de tentaciones de este mundo. Pecadores todos, de alguna u otra manera. Y es que, al fin y al cabo, hay que vivir. Y vivir, cuesta. Y la vida sin caprichos, es una vida algo peor. Lo que termine costando, ya depende de cada uno. Y ahí es donde el sentido común, la prudencia, la paciencia y la sensatez deberían mostrarnos un camino por debajo de nuestras posibilidades (manida frase ésta, pero no por manida deja de tener razón).
Sobre la creación del pequeño patrimonio, la primera parte (aportar dinero) es relativamente sencilla. Si hay trabajo podríamos decir que está prácticamente resuelta.
La segunda (tratar de asegurar que el dinero crezca) es algo más complicada, pero para quitarle esa complejidad tenemos al de nuestra parte el factor tiempo. Y es que una inversión mantenida a lo largo del tiempo, es poco probable que sea ruinosa… La inflación y los impuestos, son inevitables… Cuidarse de uno mismo, no tanto…
Contado así, suena estúpidamente sencillo: acumular capital en el tiempo y asegurar que el dinero crezca.
Parece sencillo. Y lo es. Sin embargo, tal como he comentado, nuestro peor enemigo somos nosotros mismos, que nos creamos obstáculos donde no los hay. Vemos complejidad donde no la hay. Difíciles decisiones, donde no existen. Trabas, una tras otra, que justifican el no hacer nada…
Comodidad.
Llegar a crear un pequeño patrimonio puede ser tan sencillo como hacer una transferencia periódica a un fondo de inversión que tenga una distribución mixta de renta fija y renta variable. Y olvidarse de ello hasta la jubilación.
Y ya está. ¿A qué suena estúpidamente sencillo? Lo es. Si quieres empezar, no valen excusas.