El optimismo ha vuelto. ¡Qué bien! Un paseo por cualquier sitio de veraneo nos aleja de cualquier duda: mucha gente. Vinos por aquí, helados por allá, chiringuitos a rebosar a la hora del aperitivo, comidas con copa y copiosas cenas. La verdad es que ya tocaba. A poco tiempo de meternos en 2018, la crisis de 2008 parece haber llegado a su fin… Diez años para remontar el vuelo… (y aun así, un humilde servidor cree que hay cosas que ha llegado para quedarse… algunas buenas, como el consumo colaborativo, y otras menos bondadosas, como la precariedad laboral). Pero haciendo un análisis superficial, en base a percepciones muy primarias (gente en los locales consumiendo, algunas cifras en la prensa, etc.), parece que todo ha mejorado bastante.
Siempre he oído por ahí que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, y puede ser que sea así… Desde nuestro puesto en la cumbre de la pirámide evolutiva criticamos la “memoria de pez”, pero no hacemos el ejercicio de la autocrítica. Y es que al fin y al cabo, volver a lo de antes es más divertido. Total, diez años tampoco han pasado tan despacio, y si hemos salido de esta, saldremos de la siguiente. Y vuelta a empezar.
No es momento de pensar en ahorro ni inversión. Y mucho menos en el concepto elaborado de la “independencia financiera”. Hoy no. Ya veremos mañana.
Y es que, hasta los mercados están de fiesta… Más altos que bajos. Más optimistas que pesimistas. Más para ser observados que otra cosa… y aunque esto no es mala cosa para el resto de los mortales, los inversores de largo plazo orientados a la compra espaciada, en busca de buenas oportunidades, entre tanta fiesta, estamos un poco más apagados. Es lo que tiene cambiar el paso. Que uno desentona en el desfile.
Y que no pare la fiesta… pero por lo menos que nos dé un respiro, no vaya a ser que la resaca, unida a esa memoria de “homo sapiens sapiens”, nos lleve a revivir la historia de 2008…