«Yo sólo sé que no sé nada» es un artículo escrito por Ernesto Bettschen.
El otro día tuve una interesante conversación con mi peculiar amigo Domingo Gaitero (http://www.domingogaitero.com/) y el aprendizaje mutuo que obtuvimos en esa conversación creo que es bastante interesante compartirlo aquí, porque de alguna manera está relacionado con la (f)independencia que trato de buscar leyendo las enseñanzas de Fansworth.
En esta ocasión, la conversación giró en torno al conocimiento que tenemos sobre nosotros mismos, sobre qué sabemos y que no. Y la cosa derivó en filosofía en estado puro: más allá de saber o no saber… ser consciente de qué y cómo…
A ver si consigo explicarme.
Llegamos a un punto en el que detectamos cuatro escenarios cuyo conocimiento, interiorización y aceptación nos permitirá (estoy convencido) ser mejores… en lo que sea.
Y, eso, que para ser mejor en lo que sea… para conocerse mejor a uno mismo (algo que empiezo a estar convencido de que es de esas cosas que casi nadie hace y es de vital importancia) y para, al fin y al cabo, evolucionar más y mejor, cada uno debería analizar y ser consciente de:
- Lo que sé que sé: ¿Cuáles son esas áreas que dominas o en las que tienes un desempeño especialmente brillante? Da igual lo que sea. Si eres bueno en algo, y eres consciente de ello, eso te da una ventaja en esa área que es interesante trabajar. Puedes dedicarte a ello, fomentarlo, tratar de conseguir la excelencia. O tal vez compartirlo… Incluso hacer de ello un modo de vida. Sabes que lo sabes, y tan sólo eso es necesario. Pero para llegar aquí, antes deberías haber sido consciente de…
- Lo que sé que no sé: pues eso. Si eres consciente de tu ignorancia, casi has recorrido la mitad del camino. Porque precisamente esa consciencia es lo que permite que aprendas. Aquí, pueden darse un par de situaciones: la consciencia de no saber algo que no nos interesa (por poner un ejemplo, soy muy consciente de lo apasionante que puede llegar a ser la tanatoestética, pero sinceramente… ni me gusta, ni me veo). Y la situación realmente potenciadora: si hay interés y ganas, el aprendizaje se convierte en apasionante un camino a explorar. En mi caso, creo que este blog es una prueba de ello… ya que me permite compartir una visión, pero a la vez, aprender… y crecer. Y siendo consciente de lo que no sé, y explorando estos caminos, a veces (sólo a veces), uno se encuentra con la situación de…
- Lo que no sé que sé: una agradable sorpresa. Una habilidad o conocimiento que aparece… Que estaba ahí, o que sin darnos cuenta se ha desarrollado. Tal vez sea innato. Tal vez ha ido creciendo en nosotros sin darnos cuenta. Pero llega un día en el que te das cuenta que puedes hacerlo. Y que lo haces bien. Que lo sabes. Y que lo conoces bien. Y entonces, pasa automáticamente a formar parte de esas cosas que sabes que sabes. Con lo que ello implica.
Pero, ojo, no hay que confundir esto con…
- Lo que no sé que no sé: que nos convierte automáticamente en ese que se pasó de listo. Creíamos que sí. Pero es que no. Y ya se sabe, la ignorancia es madre del atrevimiento. Y el atrevimiento está bien… pero no en este caso. Y como además es una situación inconsciente, no saber que no se sabe puede resultar peligroso. Para nosotros mismos, y para los demás. Un encontronazo con alguien que realmente sepa, puede ser el antídoto contra esta situación. Y tras la pertinente cura de humildad, puede que entonces seamos conscientes, rectifiquemos y pasemos a analizarlo desde el prisma de saber que no se sabe.
– Vaya lío, ¡oiga!.
Pues sí. Pero merece la pena darle una vuelta. Yo, por mi parte, voy a comentárselo a Fansworth… y seguro que esa conversación también da mucho juego…
Y, seguro, que así habré dado un paso más hacia la (f)independencia.