Nunca dejes de pensar en ti.

   Este post ve la luz por dos acontecimientos que confluyen en el tiempo. Por un lado, la muerte de un conocido: 45 años. Salió a cenar con unos amigos. Y por la mañana ya no estaba entre nosotros. Un infarto por lo visto. Ni siquiera era mi amigo. Conocido. Simplemente eso. Alguna vez coincidimos y hablamos. Pero nada más. La verdad es que hacía muchísimo tiempo que no sabía nada de su vida. Era eso, simplemente un conocido. DEP.

   Y por otro, un post de Jose, en este mismo blog: literalmente dice “la independencia financiera sólo la conseguirán unos pocos”.

   Como dicen por ahí fuera… “Shit happens”. La vida se las gasta así: ayer sí. Y hoy ya no. Efectivamente, “la independencia financiera sólo la conseguirán unos pocos”, pero no creamos que será sólo porque empecemos tarde el plan o porque no podamos aportar lo suficiente. En algún caso, no llegaremos, porque no llegaremos a verlo.

   Cruda realidad.

   Normalmente nadie tiene en mente marcharse de este mundo. Y menos los que nos dejamos caer por aquí, que casi todos tenéis un plan a largo plazo. Pero llegar a la meta no está del todo en nuestras manos.

   De modo que esta entrada es un llamamiento a la reflexión. Desconozco cuál es tu situación personal, pero no estará mal que a tu plan añadas respuestas a algunas preguntas: ¿y si falto yo? ¿Qué situación dejo? ¿Y si enferma un hermano, mi mujer, o un hijo?

Pero tampoco dejes de pensar en ti, porque si estás leyendo estas líneas es porque estás a tiempo. Hay un trabajo de una mujer llamada Bonnie Ware que durante muchos años ha trabajado en una unidad de cuidados paliativos, atendiendo a enfermos terminales. Su trabajo se titula “Regrets of the dying“ y recoge las cosas más comunes de las que las personas se arrepienten en su lecho de muerte.

   1.-«Desearía haber tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí»: Se trata del lamento más habitual de todos, ya que al hacer balance de su vida muchas personas descubren que no han llegado a cumplir una mínima parte de sus sueños. En muchas ocasiones, esto se debe a que optaron por hacer lo que creían que debían hacer, en lugar de lo que realmente querían.

   2.-«Desearía no haber trabajado tan duro»: Es el lamento más frecuente entre los pacientes de sexo masculino, que desearían haber pasado más tiempo junto a su familia viendo crecer a sus hijos, en lugar de en su puesto de trabajo.

   3.-«Desearía haber tenido el coraje para expresar mis sentimientos»: Aquellos que reprimieron sus sentimientos para no enfrentarse a quienes los rodeaban se lamentan de haberse conformado con vivir una existencia mediocre y amargada, en la que no eran ellos mismos.

   4.-«Desearía haberme mantenido en contacto con mis amigos»: Al igual que muchas personas se arrepienten de haber descuidado a sus familias, es muy frecuente lamentar no haber cuidado lo suficiente de aquellas amistades verdaderamente importantes. Lamentablemente, cuando se está muy cerca de la muerte es imposible recuperar el tiempo perdido.

   5.-«Desearía haberme permitido ser más feliz»: Se trata de un reproche sorprendentemente común que se hacen aquellas personas que prefirieron engañarse a sí mismos y continuar con unas existencias en las que ya no eran felices, en lugar de enfrentarse a su miedo a cambiar de vida.  (Fuente: http://www.abc.es/20111214/medios-redes/abci-cosas-antes-morir-201112140931.html#disqus_thread)

   Lo dicho, hoy quería hacer rete reflexionar un poco. Está bien tener un plan. Pero sé un poco egoísta, y nunca dejes de pensar en ti. Porque si tú no estás bien… difícilmente lo estarán los que te rodean.

   Y alcanzar la meta con una vida vacía… (a la vista de esta entrada) será una verdadera lástima. Si has andado por aquí no será la primera vez que leas que lo más valioso del mundo es el tiempo… TÚ tiempo. Porque el tiempo, por si no lo sabías, también se invierte. Desafortunadamente el tiempo no es como el dinero, el tiempo nunca se gana: o se invierte bien o se pierde.

   En cualquier caso, tengo el firme convencimiento de que luchar por ser (f)independiente no sólo no está reñido con todo esto… sino que puede hacer que, si tal como dicen antes de morir vemos pasar toda nuestra vida en unos pocos instantes… nos vayamos de este mundo con una enorme sonrisa.

¡Uy! Eso es muy arriesgado.

– ¡Uy! Eso es muy arriesgado…

   Esta expresión la conoces. La has oído más de una vez. Y más de dos.  Es más, a estas alturas de la película ya ni te sorprende oírla… Ni te sorprende que te la diga alguien que sabes a ciencia cierta que no ha invertido jamás… Invertir con todas las letras, quero decir. No dejar que el dinero esté a verlas venir en una cuenta de váyase a saber qué color…

   ¿Realmente es arriesgado o más bien lo son las personas? ¿Son peligrosas las cerillas…? ¿O son más peligrosos quien las utilizan?

   Todos nos hemos quemado alguna vez, no me cabe la menor duda. Y todos hemos aprendido, de alguna manera, las “reglas del fuego”. Es una gran verdad que “el que juega con fuego, se quema”… las cerillas vienen sin instrucciones, y ahí estamos, haciendo barbacoas.

   En el las habilidades financieras, pero también en las técnicas y las interpersonales -los tres pilares de la (f)independencia-, incluso la gente que no se ha quemado nunca, nos previene…

   Y nos damos cuenta de que pasa algo parecido a esto…

<< Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de plátanos.

   Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar los plátanos los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo.

   Pasado algún tiempo, los monos aprendieron la relación entre la escalera y el agua, de modo que cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo molían a palos.

   Después de haberse repetido varias veces la experiencia, ningún mono osaba subir la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos.

   Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo.

   Lo primero que hizo el mono novato nada más ver los plátanos fue subir la escalera. Los otros, rápidamente, le bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos.

   Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera.

   Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo con el que entró en su lugar.

   El primer sustituido participó con especial entusiasmo en la paliza al nuevo.

   Un tercero fue cambiado, y se repitió el suceso.

   El cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros nuevos.

   Los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta los plátanos.

   Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía a por los plátanos, con certeza ésta sería la respuesta: «No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así».>>

   Lo dicho, que tengas cuidado, que eso es muy arriesgado.

Experimentos con dinero.

   En muchas de las conversaciones que he mantenido (y mantengo) con los buscadores de Independencia Financiera, hay un patrón que se repite: casi todos ellos tienen en su haber una lección aprendida y, en muchos casos, grabada a fuego vía un fracaso estrepitoso. Algunos pusieron “toda la carne en el asador”, al mismo tiempo, y en un único sitio. Otros, todavía más impacientes, empezaron en el mundo del trading y el subidón de adrenalina fue inversamente proporcional al saldo de su cuenta corriente. Muchos, se dejaron aconsejar por un banco que en su lista de objetivos tenía la venta de participaciones preferentes, o la completa contratación de una partida monetaria de un fondo de inversión que váyase Vd. A saber cómo se gestiona y qué tiene dentro.

   Y después del batacazo, llegó la sensatez. Nada como aprender con un error sufrido en las propias carnes. A estas alturas, lo considero un mal incluso necesario. Una lección que aprender con la experiencia propia y, por la que hay que pasar casi necesariamente. Y en este punto pueden pasar dos cosas: que los escaldados se alejen definitivamente del malísimo mercado qu les quitó lo que era suyo. O que aprovechen la enseñanza y asuman las lecciones aprendidas: que el corto plazo no existe (o no es como nos lo han contado), que la desgastada frase de la diversificación resulta que es verdad, que es mejor aprender la teoría y luego lanzarse a la práctica (y no al revés), o incluso preguntarse por qué hacemos caso de consejos infundados que echando la vista atrás huelen a “cómo nos vamos a equivocar si somos ciento y la madre”.. y “si yo estoy en esto, nos equivocamos juntos y así nadie es menos que nadie”.

   No se me malinterprete: no son errores. Son lecciones aprendidas. Son cosas que pasan “por probar”. Y como he dicho, mejor que hayan sucedido si su análisis luego nos ha orientado y ha permitido corregir el rumbo de alguna manera.

   Y a poco que se analice el resultado (que si la primera vez fue bueno, lo único que provocó fue que se pusiese más carne en el asador, posponiendo y haciendo el desastre un poco mayor), casi seguro que se llegó a algunas conclusiones rápidas:

   Una, que los experimentos, mejor con gaseosa. Que la tecnología hoy lo permite, pero somos por naturaleza impacientes, y queremos resultados “ya”. Qué sí, que “Pepe” se forró en un abrir y cerrar de ojos, pero a él misteriosamente no le pasaron ninguna de estas cosas… (¡qué raro!… Mmmmm… ¿Puede ser que “Pepe” estuviera ya algo forrado?…)

Y dos, la lección más importante: que la cuantificación del éxito o del fracaso no se mide en €uros. Se mide en %. Y para el experimento de constatar que he perdido un 7%, me bastaba con haber puesto 100€… y no el pastizal que antes del batacazo casi que me iba a jubilar anticipadamente.

   Las fluctuaciones es contraproducente medirlas en €uros. Desde el principio. Las cifras cerradas en un entorno variable, casi que serían bienvenidas, pero no es gratuito que los bancos, los brokers, etc., etc., refieran todo a un tanto por ciento (%)…

   El ejemplo de los 100€ nos vale para ilustrar todo esto muy rápidamente si se pone en contraposición con esos 6000 (por decir algo) que nos recomendaros que era el mínimo para obtener un resultado visible:

   Mi primera operación: (sea cual fuere) pérdida de un 7%…

      Con mi gaseosa (100€): 7€

      Con la misma inversión con la que empezó “Pepe”, el que se forró: (6000€): 420€

   Dos datos en €uros. Un único dato en %.

Ya, ¿pero y si la operación hubiera tenido el resultado opuesto?…

   Dos datos en €uros. Un único dato en %… y para la segunda o tercera operación pude que esos 6000€ de partida ya fueran más… Aplica aquí eso de “… más dura será la caída”… Seguro que alguno, al leerme, se siente identificado. ¡Qué bueno hubiese sido un batacazo a la primera!

   En cualquier caso, espero que a estas alturas (y si te dejas caer por aquí es probable que tu rumbo ya sea otro) todos tus cálculos los realices con un % en la cabeza. Pensar en valores absolutos puede ser contraproducente. Porque seguro que ya has comprobado que -si tu plan financiero ya tiene algunos cuantos ceros (por el lado que deben estar, claro)- pequeñas fluctuaciones en %, producen unas variaciones en €uros que hace algunos años no podías ni concebir. (¡¡¡Oh, un inversor que habla de AÑOS!!!)

   Y una sola jornada, con una variación de un % “interesante”, refleja una alza o una baja en € de.. ¿más de lo que ganas al mes?… Así, como suena.

   Si todavía no has tenido está sensación, sigue tu plan de independencia financiera, es cuestión de tiempo.

   Y si ya la has tenido, y la aceptas como normal… ¡enhorabuena!, ¡estás más cerca de ser (f)independiente!

“Tu tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otro” (Steve Jobs).

   Si hay algo que tengo claro es que nadie regala nada. El mundo está concebido así, y no me refiero únicamente a cosas materiales. Tengo claro esto, y que la (f)independencia es una buena manera de enfrentarse a la vida. A nada que hayas estado por aquí, habrás leído sobre habilidades técnicas, habilidades personales, y habilidades financieras. Y la conjunción de las tres es lo que te puede acercar a la (f)independencia. Por supuesto, luego está cómo trates tú cada área, que no deja de ser un algo con vida propia: cada área hay que cuidarla, alimentarla, desarrollarla. Nunca dejes de aprender.

   Y si estás leyendo esto, supongo que será porque, como poco, tu inquietud te ha hecho iniciar un camino. No sé en qué punto de ese camino estarás, pero si lo has comenzado te habrás dado cuenta de una cosa: recorrerlo te permite ser más tú… Tomar tus propias decisiones. Tomarlas tomándote tu tiempo. O simplemente, permitirte no tomarlas. (¡Fiuuuu!… ¿Cuántas personas pueden presumir de esto?)

   Y ahí está la cuestión: siempre diré que lo más valioso del universo es el tiempo. Y como nuestro tiempo es finito, sería muy triste malgastarlo bailando al ritmo de la música que tocan otros.

   A cada paso que doy en la vida, más me convenzo: las habilidades técnicas me ayudan a desarrollarme como persona, y ser humilde en el conocimiento me abre casi todas las puertas del aprendizaje. En los tiempos que corren, básicamente con tener la intención de querer aprender, nos pone delante de una gran oferta. Y la tecnología nos sirve el conocimiento en bandeja. Las habilidades interpersonales refuerzan lo anterior ayudándonos a desenvolvernos entre nuestros semejantes. Y bien alimentadas y desarrolladas incluso permiten destacar. Nos ayudan a ayudar, pero también a negociar, a expresarnos de manera clara, a transmitir un mensaje y entender su respuesta. Parece de cajón, algo que debería poder hacer todo el mundo, pero algo que parece tan obvio no es tan sencillo hoy en día. No hay mucha gente que prefiera decir “no lo entiendo” cuando realmente no entiende algo. Todos queremos saber de todo y no reconocer nuestra ignorancia. Un “no lo entiendo” a tiempo, a lo mejor podía haber librado de unas preferentes a más de uno…

     Y las habilidades financieras te acercan a quitarte una dependencia vital importante. El mundo, lo queramos o no, se mueve por dinero. No quiero ser mal interpretado, y no quiero que quede el mensaje de que no hay más. No. Hay mucho más. Pero quede el mensaje de que desenvolverse en este mundo es más fácil con algo de dinero. Si sólo contara el dinero, no hablaría de (f)independencia… sólo hablaría de dinero y ese escenario no termino de verlo aislado de los otros dos pilares que predico por aquí.

   Así que con estas líneas espero hacerte un poco más consciente del camino que has iniciado… y sobre todo eso, transmitirte la importancia de contar con un tiempo finito y acotado… el que te ha tocado vivir… ni más ni menos. Ese, es tuyo, así que “no lo malgastes viviendo la vida de otro”.

Independencia vs. Independencia Financiera… vs (f)independencia.

   En no pocas ocasiones, en alguna de las muchas conversaciones que mantengo habitualmente y en las que se habla sobre Independencia Financiera, he quedado absolutamente perplejo sobre la interpretación que cada individuo da a este término: Independencia Financiera.

   La culpa la tiene el término en sí: “Independencia Financiera”. Estoy seguro que si me refiero a ella como “vivir de las rentas”, todos tenemos la misma idea en la cabeza (sí, esa de la hamaca en la playa, el coctel y la puesta de sol).

   Pero tras el término ”Independencia Financiera”, escucho de todo: que si vendo todo y me quedo con lo justo, que si monto esto o aquello, que si mi propio negocio, que si una franquicia, que si invierto en acciones… Todo un batiburrillo.

   Llegados a este punto… (y ruego disculpas a los que lo tengan clarísimo), creo que no estará de más aclarar un poco cada concepto.

   Como he dicho, la independencia financiera no es ni nada más, ni nada menos, que lo que hasta hace relativamente poco se llamaba “vivir de las rentas”. Sin tener que hacer nada. Eso, la imagen de la hamaca…

   Pero montar un negocio, no lo es, o por lo menos no lo es hasta que puedas tenerlo funcionando en “modo automático”, con todo delegado… cosa, harto difícil. Montar un negocio puede darnos algo de independencia, sí. Pero de “puertas afuera”. No os quepa la menor duda, que cuando uno abre su propio chiringuito, incluso antes de abrirlo ya está forjando una pesada cadena que le une a él. Independiente, sí… pero con matices.

   La franquicia, peor todavía: abres un chiringuito con las reglas de otro… y encima tienes que pagarle. Este punto de vista lo describe muy bien el libro de Chris Guillebeau “The $100 Startup: Reinvent the Way You Make a Living, Do What You Love, and Create a New Future”. En él, ejemplifica todo esto con una persona que trabaja por cuenta ajena y cobra 47.000$ mensuales por su trabajo. Es entonces cuando decide “hacerse independiente” haciéndose con una franquicia por la que paga 250.000$… que paga como buenamente puede… En el mejor de los casos, con los ahorros de toda una vida. En el peor, endeudándose. Y luego pueden pasar dos cosas: que la cosa vaya mal… y cierres teniendo que saldar tu deuda a un franquiciador que rápidamente encontrará a otro candidato para abrir una nueva sucursal… O que la cosa vaya bien, caso éste en el que, después de gastos, puede ser que llegues a cobrar 47.000$… después, eso sí, de infinidad de quebraderos de cabeza y sobre esfuerzos…

   Es un ejemplo un poco decepcionante… pero seguro que real en algunos casos.

   También está quien decide no tener nada, venderlo todo, y echarse a rodar. No está mal, pero para esto hay que tener la cabeza muy bien preparada. Y sobre todo, saber qué hacer con todo el dinero que se supone que no estás gastando. Bien invertido, poder resultar. Pero, por ejemplo, no tener una casa en propiedad, tampoco te dará luego la posibilidad de hacer un “downsizing”. Y si no llegas a ese punto en el que lo que generas supera lo que gastas… la cosa puede ponerse complicada.

   Y finalmente, está la (f)independencia, que busca terminar en esa hamaca de la playa, con el coctel… y lo hace uniendo conocimientos técnicos, habilidades interpersonales y habilidades financieras para tratar de acelerar y asegurar todo el proceso. Para permitirte negociar en términos con los que tus interlocutores no estarán acostumbrados, con un inconformismo racional. Para evitar caer en trampas de franquicias… o por lo menos ser consciente de lo que puede esconder la supuesta “independencia” de tener tu propio negocio. Para conocer la propias limitaciones a la hora de gestionar tu patrimonio y permitirte evaluar si es mejor tener algo en propiedad o no llegar a tenerlo pero convertirlo en activos con un rendimiento adecuado y sostenible.

   Estoy seguro de que lo tenías muy claro, pero con haber hecho reflexionar a una sola persona, me doy por satisfecho. Y seguro que el tiempo invertido en esta lectura, le ha hecho un poco más ¡(f)independiente!