El ascensor social está averiado.

   Ayer leí un artículo sobre la reforma de las pensiones. La última. La enésima. La verdad es que no suelo prestar demasiada atención a este tipo de noticias, porque estoy firmemente convencido de que cuando llegue el momento, la pensión será “lo que toque”. Ni más ni menos que lo que haya en el momento que lo haya. Legislado y reformado como toque en ese momento. Tengo la impresión de estar en Montecarlo: ahora que estoy trabajando, la bola de la ruleta sigue girando, y cuando pare… pues lo que toque. Aquí, pues podremos haber apostado al rojo (positivamente, confiando en el sistema), o al negro (pues eso, como el que intuyo yo será el futuro de las pensiones)… pero en algún momento, la ruleta parará y la bola terminará por decantarse hacia un color.

   No entraré (una vez más) a dejar escrito por aquí mi pesimismo con respecto a este asunto, ni mi desconfianza hacia el sistema. Lo que me preocupa es precisamente eso, que un tema tan serio sea a la vez tan… ¡volátil!. Y lo más preocupante, que se trate de manera tan “liviana”, sin un análisis en profundidad (del escenario de las pensiones en su conjunto, de su importancia, de la reforma, de su consecuencia a corto y largo plazo…)

   Creo que el gobierno pone firma a una reforma de las pensiones que directamente no contempla su sostenibilidad, y eso hace que la ruleta que ahora gira para mí, demuestre, cuando mi bola se detenga, que estaba trucada: que hay muchas más casillas negras que rojas.

   A mí, afortunadamente, este “juego trucado” me coge ya con la lección interiorizada, pero me preocupa el escenario “en conjunto” que poco a poco se está normalizando: un escenario en el que los jóvenes no pueden acceder a un trabajo, los mayores no pueden dejar de trabajar, y si pueden, les sale caro (por aquí va esta última reforma de las pensiones), y en muchos casos ya, los que no trabajan, ponen su mísera pensión como ayuda a los primeros…

   El ascensor social está estropeado: antes, estudiar una carrera incrementaba significativamente las probabilidades de poder prosperar en la vida y consiguientemente, poder ser previsor de cara al futuro. Ahora, mucho menos: tener un buen currículum académico no sólo no garantiza nada, sino que además, el escenario del desempeño laboral tampoco es el mismo: más inestabilidad y más precariedad. ¿Cómo nuestros jóvenes van a interiorizar que, como previsión, hay que completar la pensión pública si con su salario consiguen subsistir a duras penas? ¿Qué compromiso laboral podemos exigirles si el propio sistema tampoco se compromete con ellos? ¿Cómo convencerles de que el futuro casi siempre llega… si ese futuro no promete nada más que incertidumbre?

   Antes, estudio y trabajo sí que situaban a las personas en el ascensor social. Ahora, el ascensor social se ha detenido en una planta donde nos acumulamos todos… juntos y revueltos… los que acaban se subirse, los que ya están ahí, y los que se quieren bajar… todos a la misma planta, la de la subsistencia y muy poco más.

    Y sí, entre toda la caterva (dicho con respeto, porque pertenecer a ella es casi por obligación), estamos los inconformistas, remando un poco a contracorriente… planteándonos que si el ascensor social no nos lleva a la planta que queremos llegar, es mejor bajarse y ponerse a subir las escaleras. Paso a paso. Con esfuerzo. Mejor eso que seguir en esa entreplanta, atrapado, esperando a que suceda algo para lo que nosotros sólo somos el agraciado sujeto receptor… porque no nos planteamos que el ascensor vaya a estar así, parado, tanto tiempo…No concebimos que no vaya a suceder nada, que las cosas no vayan a ir a mejor, que pase el tiempo y cuando queramos darnos cuenta veamos que seguimos atrapados en la entreplanta…

   Y puede ser que sea el mejor de los casos, porque con tanta acumulación de gente en la misma situación, puede ser que ese ascensor social que antaño llegaba hasta la prosperidad, ahora, poco a poco, vaya descendiendo. Poco a poco. Sin prisa, pero sin pausa.

Desentrañando el futuro.

   «Desentrañando el futuro» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


Hace un par de semanas asistí a una charla que me sorprendió en todos los aspectos. Una charla sobre algo tan incierto como el futuro. El futuro: ese ¿momento? ¿situación?… que se supone (sólo se supone, porque tampoco es cierto que vaya a ser así) nos espera más adelante y sobre el que poco más se puede decir. Nadie conoce el futuro. No se sabe lo que pasará…

   ¿Eso es todo lo que podemos decir sobre el futuro? ¿Qué es incierto? Bueno, ahí empezó mi sorpresa, porque en la charla se habló no de un futuro, sino de varios…

Y eso fue lo que me entusiasmó: que algo que en mi mente siempre ha sido un escenario único (como un “bloque”), resulta que puede tener variantes, y estas me parecieron bastante lógicas.

   El tema (también para sorpresa mía) es bastante complejo, pero trataré de resumirlo.

   El primer punto, es que una situación futura requiere, obviamente, de una situación presente: el ahora. Pues bien, para ese momento actual (que sí que es único) hay varios futuros:

   En principio, el futuro es incierto de por sí. Para un único ahora, hay un universo de futuros posibles, que contemplan todo, absolutamente todo lo que puede pasar desde el momento actual. Es efectivamente un universo infinito de futuros.

   Pero de todos ellos, hay un subconjunto que por los factores que existen en el momento presente, tienen mayor probabilidad de materializarse, y esto conforma lo que se denominan futuros plausibles.

   Así, a su vez, de todos esos futuros plausibles, es fácil de entender que haya un futuro probable: el que sucederá casi seguro si no se actúa sobre el presente (o se sigue actuando de la misma manera). Si no hacemos nada… es probable que la proyección de nuestro futuro sea algo lineal… y ese futuro no es tan difícil de imaginar: si empezaos ahora a consumir droga dura, nuestro futuro probable podemos intuir cual será.

   Pero también, como es innato a la naturaleza humana imaginar escenarios alternativos, podemos hablar también de un futuro preferible, que será el que nuestra mente dibuja como alternativa al futuro probable, pero su consecución requiere actuar en el presente.

   Tal vez una representación visual nos ayude a entender… ¡los futuros!

   Ya dejamos por aquí el ejercicio de hablar con tu yo del futuro y preguntarle ¿de qué crees que te vas a arrepentir dentro de diez años?… Conociendo como conoces tu presente… ¿qué futuro probable te espera?, ¿qué otros futuros son plausibles?, ¿cuál sería tu futuro preferible?…

Un presente. Varios futuros… Retoma esa conversación, y haz que la (f)independencia forme parte de tu(s) futuro(s): relaciona todo esto con los tres pilares de la (f)independencia (habilidades técnicas, habilidades interpersonales y habilidades financieras) y actúa ahora, para convertir tu futuro preferible en el futuro probable. ¿Te apuntas?

Tiempo robado.

   «Tiempo robado» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


   Mi padre tenía una frase que repetía cada vez que su edad (y su mala salud) le impedían hacer algo o no le permitían hacerlo como le hubiese gustado. Esa frase era: “la vejera es una mierda”.

   Fue un hombre con muy mala salud. La que le tocó…y la que no le tocó, que el tabaco es una mala decisión personal. Pero con 64 años (y una retahíla de operaciones de toda índole) se despidió del mundo. Mermado, pero con relativa calidad de vida (15 años antes pudo elegir qué cirujano le haría el triple bypass). También creo que “la luz que brilla con doble intensidad, dura la mitad de tiempo”… la frase es de la película “Blade Runner” (de Ridley Scott, 1982), pero en este caso, hace mucha justicia. Lo digo yo, como hijo. Y todos los que le conocieron, porque fue de esas personas a las que una suerte de varita mágica le hizo destacar muy por encima de la media.

   El caso es que últimamente esa frase me viene a la cabeza recurrentemente: visto cómo se ha presentado el último año, la tentación de mandarlo todo al garete y abandonarme al “carpe diem” es muy intensa. El año pasado nos ha robado lo más valioso del mundo: tiempo.  Tiempo disfrutando con mi familia, de excursión, de viaje, de reuniones con otros familiares, de celebraciones, de paseos, de actividades…

   Tenía previsto para este año pasado un viaje especial con mis hijos: tenían  la edad perfecta para encontrar una buena oferta, y la suficiente para llevarse un recuerdo de por vida… Era el momento perfecto. Este año, también podría ser, pero el covid19 (y su gestión) parece que se empeñan en interferir nuestros deseos.

   Y ese tiempo ya no volverá. El año que viene (y ya veremos), mis hijos serán más mayores, y aunque mi mujer y yo tenemos la intención de estar estupendamente (de forma, física y mental)… pues ¡váya Vd. a saber qué nos depara el futuro!

   Vuelvo a mi eterno debate: vivir el ahora más intensamente o proveer un futuro incierto… Incierto hasta el infinito, porque no sabremos ni siquiera si tendremos oportunidad de conocerlo, y si afortunadamente es así… incierto porque no sabemos qué nos deparará… Eso sí, miro a los mayores que me rodean y veo muchas cachavas, prótesis, achaques… y pocos ganadores de euromillones…

   Me gustaría pensar que todos nuestros mayores han vivido intensamente, y que a su vejez siguen deleitándose con las vivencias del pasado… pero parece ser que la cosa no funciona tampoco así. De hecho, mi libro de cabecera “Pensar rápido, pensar despacio”, de Daniel Kahneman, viene a decir lo contrario: un momento final negativo empaña casi todos los momentos positivos previos…

   Y si como parece ser lo común es llegar a la vejez con alguna “tara” (no lo digo yo, basta con mirar a nuestro alrededor)… pues habrá que tratar de minimizar su impacto, y tratar (por lo menos eso), de tener una vejez digna. Y una vez más poder hacer frente a los gastos derivados de la edad, puede mejorar sustancialmente nuestra calidad de vida y no empañar (o al menos hacerlo en menor medida) las satisfacciones de nuestra existencia previa. Esas que deberíamos estar disfrutando ahora mismo…

🤦‍♂️ Hombre Con La Mano En La Frente Emoji

   Ya lo véis, es un problema recurrente y de difícil solución. Tal vez la vida, debería ser como reflejaba el comediante Sean Morey en un monólogo (aunque se ha atribuido erróneamente al historietista Quino, que en vida desmintió que el texto fuera suyo):

 “Se debería empezar muriendo y así ese trauma quedaría superado.

 Luego te despiertas en un Hogar de ancianos mejorando día a día. Después te echan de la Residencia porque estás bien y lo primero que haces es cobrar tu pensión.

 Luego, en tu primer día de trabajo te dan un reloj de oro. Trabajas 40 años hasta que seas bastante joven como para disfrutar del retiro de la vida laboral.

Entonces vas de fiesta en fiesta, bebes, practicas el sexo, no tienes problemas graves y te preparas para empezar a estudiar.

Luego empiezas el cole, jugando con tus amigos, sin ningún tipo de obligación, hasta que seas bebé.

Y los últimos 9 meses te pasas flotando tranquilo, con calefacción central, roomservice, etc. etc..

Y al final… ¡Abandonas este mundo en un orgasmo!”

Llegado a este punto, nos encontramos ante una difícil elección, pero sobre la cual me gustaría realiza una última reflexión: en mi viaje hacia la (f)independencia, he descubierto que ya durante el propio viaje pueden recogerse y disfrutarse muchos frutos resultado del propio viaje: poder hacer frente a imprevistos, proveer cuidados en caso de enfermedad y poder ampliar el abanico de calidad que queremos en los productos y servicios está muy bien… y también concederse ocasionalmente la oportunidad de disfrutar sin tener que andar mirando la cuenta…

Eso… ¡no tiene precio!

Aprender haciendo.

«Aprender haciendo» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen. 


  ¿Cómo se aprende a montar en bicicleta? Creo que sólo hay una respuesta: montando. Tengo claro que se puede tratar de explicar cómo montar en bicicleta, crear tutoriales, tratados, clases teóricas… pero en la bici, de la teoría a la práctica, hay un… ¡todo! Podría explicarle en detalle a alguien que no supiera montar en bicicleta que hay que poner los pies en los pedales, que hay que mantener el equilibrio, la vista puesta al frente… y ¿sería capaz de montar más allá de algunos metros sin tener que parar o caerse?

   Con la (f)independencia (y al final, casi con cualquier cosa) pasa un poco lo mismo: se aprende haciendo… y como pasa con la bici, haciendo se le coge el gusto. De nada vale saber la teoría de que hay que formarse, que hay que mantener y potenciar las relaciones interpersonales y que es necesaria una gestión financiera potente… si no se lleva a la práctica. Desde aquí puedo contaros las bondades e infortunios de mi experiencia… pero será eso MI experiencia. Útil sólo para conocer un poquito de la teoría… pero la práctica es lo que realmente puede acercarnos a la (f)independencia.

  Eso sí, aparte de la práctica, contar con material didáctico, puede allanar la curva de aprendizaje… y sobre todo, puede resultar de gran ayuda para evitar errores conocidos o no caer en complicaciones innecesarias: a la hora de subir una pendiente, una bici mejor no es la clave… la clave está en la forma física de quien pedalea… y esa forma física, una vez más, se obtiene ejercitando.

   Y ejercitando, podemos fomentar relaciones interpersonales que nos aporten opiniones, experiencias, trucos…

   Y ejercitando, es cuando empezaremos a crear nuestro “equipo”: acompañantes, pero también esas cosas que hacen más cómoda nuestra salida (ropa técnica, avituallamiento) o nos ayudarán en caso de imprevistos (herramientas, repuestos).

   Cuando todo es manejable y estamos familiarizados con ello, el disfrute es máximo… pero no hay que olvidar que empezamos a pedalear desde el primer momento.

   Con la (f)independencia, pasa exactamente igual: las relaciones interpersonales requieren dedicación, las habilidades técnicas requieren dedicación y las habilidades financieras requieren dedicación. Como dicen por ahí “todo es ponerse”, y una vez que hayamos dado las primeras pedaladas es cuando podremos empezar a contar nuestra propia experiencia. Y no la de otros.

Así, para poder contar mi experiencia por aquí, he «pedaleado» (y sigo pedaleando) en muchas reuniones de networking y a mis 48, sigo estudiando. También, he probado muchas bicis: me he subido a fondos de todo tipo, a acciones, a ETF’s, he usado opciones, Forex, sistemas automáticos de trading…

Y así, he determinado qué ruta soy capaz de seguir, con qué compañeros y con qué herramientas. Y ahora, cuando ya he visto qué me va bien y qué no, cómo voy cómodo, que me sobra… pues puedo contarte mi experiencia. En primera persona. Mucho más allá que la simple teoría. Para que te lances a probar tú, pero evitándote alguna caída que otra… 😉

Por qué tienes que empezar a invertir en 2021.

«Por qué tienes que empezar a invertir en 2021» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen. 


Invertir o no invertir… ¿esa es la cuestión?. Definitivamente no. La cuestión es por qué no has empezado ya. Si no lo has hecho, aquí te doy 10 razones por las que deberías planearte empezar a hacerlo. Y si ya has dado el paso, estoy seguro de estas mismas 10 razones te ayudarán a ratificarte en tu sabia decisión.

Tienes que empezar a invertir hoy mismo…

  1. Porque en este momento, nadie te da nada por tu dinero. Es un hecho, los tipos de interés están por los suelos. Ni cuentas ni depósitos ofrecen nada por tu dinero. Dejar el dinero en una cuenta es garantía de ir perdiendo poder adquisitivo…
  2. Porque la inflación es enemiga de tu dinero. Enemigo invisible pero real. Unido a los bajos tipos de interés, hace que poco a poco, nuestro dinero valga menos. Este escenario, prolongado en el tiempo es devastador. Yo invierto, entre otras cosas, porque prefiero tener la oportunidad de hacer crecer mi dinero, que la certeza de perderlo (que es lo que seguro pasa con el escenario de tipos e inflación actuales). Además, la inversión a largo plazo ha demostrado siempre ser el mejor arma contra la inflación. No darle una oportunidad es una decisión poco inteligente, porque el ahorro ha demostrado ser insuficiente en la mayoría de los casos.
  3. Porque la política y el estado lo devoran casi todo. Siempre lo he dicho: papá estado es el peor padre del mundo. Al estado le repugna la prosperidad de las personas… Las personas que no pertenecen a su particular “secta”, claro. No nos engañemos, los políticos gobiernan para ellos. Así se explica que cobren dietas por muchos conceptos o que se aseguren su cómoda existencia con rentas vitalicias tras unos pocos años con un cargo. No lo olvidemos, todo esto lo pagamos nosotros. Nosotros. La política además, es mentirosa. Me hierve la sangre cada vez que el ministro de turno (independientemente del color de su partido), que esto no va de eso, que en este saco caben absolutamente todos, se vanagloria de esa sanidad “gratuita”… Gratuita, ¿de verdad?. A fuerza de repetirlo (con las sanidad, con la educación…) muchos han terminado por creérselo. Será que no miran bien su nómina. Y será que no han tenido que pagar una nunca. De ahí sale gran parte de todo lo que devora el estado… Y este drama sigue por un sinfín de impuestos con los que tratan de llenar un colador que pierde agua por su propia gestión. El estado siempre pone la mano. Y no para tendérnosla, que cuando vienen mal dadas no termina nunca de estar a la altura. Y así, pagamos (sucesiones), pagamos (donaciones), pagamos (IBI), pagamos (primas de seguros), pagamos (canon digital), pagamos (por dividendos percibidos, aunque también hayan pagado previamente a las empresas), pagamos (…), pagamos, pagamos y pagamos. La pregunta que se me ocurre que debemos de formularnos es… viendo todo lo que pagamos, ¿estamos satisfechos con la contrapartida que percibimos?… y no sólo con la que percibimos, sino con la que ya nos están poco avisando de que puede ser que no lleguemos a percibir como nos la imaginamos… y que no es otra que la pensión de jubilación.
  4. Porque la pensión de jubilación (si tienes derecho a ella), tiene pinta de no ser cómo la esperas. Y no para bien, precisamente. Primero, porque papá estado maneja esos requisitos que hay que cumplir para poder ser candidato… y que con el tiempo no va poniendo las cosas precisamente más fáciles (cada vez hay que cotizar más cuantía y más años). Segundo, porque el poder adquisitivo de esa pensión, cundo se cobre, habrá que ver qué valor real tiene… y esto tampoco pinta bien. Además, las pensiones se han convertido en el arma política por excelencia, cuando realmente debería ser un asunto con la importancia que se merece (que nos es otra que garantizar el merecido bienestar de los que tantos años hemos aportado a ese sistema). Así, quien maneja el sistema público de pensiones, puede manipularlo para inclinar votos a su favor… y esto desvirtúa mucho el sistema, porque en manos de políticos la finalidad para la que fue concebido pasa a un segundo plano.
  5. Porque a estas alturas espero que hayas comprobado que si haces lo que todo el mundo hace, obtienes los mismos resultados que todo el mundo. Tal vez no lo hagas por inercia o por que pienses que es muy arriesgado. Créeme si te digo que no es así. Así que… ¿por qué no concederte la oportunidad de hacer algo diferente y nuevo?. La inversión (que no la especulación) puede llegar a ser un mundo apasionante. En mi caso, entré en este mundo circunstancialmente, más por obligación que otra cosa, en un momento en que todo el mundo financiero me parecía complicadísimo y no me atraía nada. Pero tuve la suerte de equivocarme pronto y plantearme que tal vez la inmensa mayoría de los bancos, asesores, intermediarios, etc, se preocupan de mi dinero pero no con la misma intención que yo. Estaban más interesados en que mi dinero pasase de mi bolsillo al suyo, y no tanto en que yo prosperase. Entendido esto (sí, una lección dura, pero vista con perspectiva muy necesaria), mi relación con las finanzas cambió. Y ahí, lo primero que hice fue ponerme a leer, a investigar, a encontrar una manera de hacer diferente… Y sí, lo confieso, de no gustarme nada, a terminar escribiendo en este  y otros blogs.
  6. Porque hay mejores cosas que hacer con el dinero que convertirnos en compradictos víctimas de la “inmidiotez”. Acumular cosas no creo que nos haga más felices. Y si estamos convencidos de que sí, que es lo que realmente queremos… por lo menos hagamos un plan para no vivir ahogados… tengamos un plan financiero que nos pague esos caprichos y que además, nos permita invertir en experiencias (viajes, fiestas, hobbies, cultura), que por ahí que creo que se va llenando la única mochila que nos llevamos cuando nos marchamos de este mundo.
  7. Porque tener un patrimonio financiero, por pequeño que sea, aporta tranquilidad. Siempre he dicho que lo más valioso del mundo es el tiempo. Que poco dinero con mucho tiempo, puede llegar a ser mucho dinero. Y es un camino que hay que recorrer. Eso sí, llegado a un punto, de repente nos damos cuenta de que poder afrontar un imprevisto sin preocuparnos demasiado, mejora nuestra calidad de vida. Nos permite seguir el camino, centrándonos en lo importante.
  8. Porque poder elegir es importante. No digo que sea justo, pero mi experiencia vital, me dice que una vez más tener es mejor que no tener. Para lo bueno, y para lo malo. Poder elegir hacer una actividad, o un viaje… Pero también comprar un medicamente o pagar un seguro médico… o un curso de postgrado para mí o para un hijo. Cada persona elige dentro de sus posibilidades. Cuanto mayores son estas, más grande es el abanico. Salir a disfrutar sin andar pensando en la cuenta es más disfrutar.  Poder elegir. De esto va la (f)independencia.
  9. Porque queramos ayudar a alguien o alguna causa. Durante nuestro deambular por esta vida o después. Tener nos pone en situación de dar. Y así podemos aportar nuestro granito de arena a causas menos obligatorias que las que nos dicta la política. Causas o personas: creo que mis hijos lo van a tener más difícil que yo. Si puedo dejarles algo, creo que lo agradecerán. De momento, espero que estas líneas le sirvan como manual de instrucciones para que ellos se planteen algo parecido con las herramientas y tecnologías de que dispongan en su mundo (porque casi seguro que lo que he contado por aquí habrá quedado obsoleto). Y como eso de la muerte “certus est, incertus quando”, mejor marcharse sin que le costemos nada a nadie.
  10. Porque te lo mereces. Por ti.  Porque como verás, mucho de lo que has leído se pone en tu contra, y aunque hay muchas otras maneras de combatirlo, esta es de las más sencillas de realizar. Aunque pueda parecer un mundo complejo, te sorprenderías de lo que, por poner un ejemplo, una simple transferencia mensual a un fondo de inversión puede hacer. Sí, tan sencillo como eso.

10 razones, aunque hay muchas más. Esas otras, dejo que las descubras tú mismo. Ahora sólo queda dar el primer paso, porque ya sabes, «…se hace camino al andar», y desvelar ahora todo lo que puedes encontrar, podría llegar a quitarle encanto a tu camino particular. ¡Disfrútalo!

Nos quieren impacientes.

«Nos quieren impacientes» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen. 


   “Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse”.

   Así define el diccionario de la Academia de la Lengua Española el término “Paciencia”.

   Esa que en estos tiempos empieza a ser una cualidad humana escasa. Y no sin motivos.

   Pero ahondar sobre éste término, puede que nos dé alguna interesante pauta sobre nuestro comportamiento.

   Uno, que aunque esté y se sienta como un chaval pero empieza a ser perro viejo, percibe que los tiempos que corre son “anti-paciencia”. No sé si es simple percepción (acertada o no), o que realmente todo cada vez vaya más rápido. Me temo que la segunda opción gana puntos sobre la primera.

   Lo cierto es que, cada vez más, queremos todo más rápido. Y nos pasa con todo: queremos recibir nuestro pedido más rápido (hace poco un par de días nos bastaba, ahora ya, el día siguiente es la realidad), y con todas las facilidades del mundo para satisfacer nuestro ansia cuanto antes: si no llego yo, vendedor, te ofrezco que vengas a buscarlo tú… Y así, satisfacemos «nuestros» deseos en pocas horas… El tuyo, de comprar. El mío, de venderte… cada vez más. Cada vez más rápido.

Es la droga del S.XXI y los comerciantes (los que se subieron al tren tecnológico y conocen nuestro perfil con un detalle mayor incluso del que nosotros tenemos de nosotros mismos) lo saben. Nos quieren impacientes. Quieren un deseo satisfecho en horas, porque eso significa que el siguiente deseo insatisfecho ya estará fraguándose.

   Y esa impaciencia termina por contagiar la conducta: ¿cómo convencer a un niño para que dedique tiempo a leer un libro, si una consola le produce un “chute” de emoción casi instantáneo sin tener que esperar a componer un escenario, presentar unos personajes y , al fin y al cabo, recorrer muchas páginas con la vista? Demasiado tiempo. Mejor el crío se echa una partidita.

   Nos hemos convertido en impacientes. Somos víctimas de la cultura de la “inmidiotez” (el término es mío). Queremos mucho, cada vez más, y lo queremos ya.

   El pilar financiero de la (f)independencia también se ve afectado por este mal y cada vez se vende más y mejor el uso del “trading” como la panacea del enriquecimiento rápido. Para qué hacer un plan y mantenerlo en el tiempo… Mucho más fácil el beneficio rápido, la emoción, el riesgo… Desde luego, suena mucho más apetecible… pero luego está la realidad: la mayoría de la gente sale “escaldada” del mercado financiero por haber intentado un “pelotazo”…  Y después del fracaso, tampoco se han parado a reflexionar sobre qué se ha hecho mal… Y simplemente queda esa afirmación de que invertir “es muy arriesgado”.

   La buena noticia es que simplemente ser conscientes de esto, se puede poner orden en algunas cosas: combatir el impulso comprador, priorizarlo (¿qué es lo que realmente me gusta?¿son cosas “materiales” o mis mejores recuerdos son de “experiencias”?). Y seamos coherentes: una buena experiencia… ¿también deseamos que termine rápido?

Menos cosas. Más experiencias.

Un buen plan a largo plazo, permite disfrutar experiencias por el camino… que disfrutar el día (con experiencias, no hacen falta demasiadas cosas), no está reñido con tener un plan a largo plazo.

Así que ya sabes, “si quieres (f)independencia, ejercita la paciencia”. 😉

P.D.- Lo sé, querido lector, una entrada rara… Creo que tengo sobredosis de ordenador…

2020. Un año para reflexionar.

«2020. Un año para refexionar» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen. 


Si hace unos pocos meses me hubiesen dicho que financieramente cerraría el año en verde, no me lo hubiese creído. Pero al final así ha sido.

   Creo que sería muy frívolo cerrar las entradas de este año en el blog con un análisis meramente económico. Porque 2020 es uno de los años cuyas enseñanzas ratifican la necesidad de caminar hacia la (f)independencia, en sus tres pilares de habilidades, las financieras, las técnicas, y las interpersonales.

   En la vertiente financiera, pues eso. A final, contra todo pronóstico, año en verde. El mercado, en el corto plazo, vuelve a ser imprevisible… en este caso para bien de los que cuando se desencadenaba la tormenta permanecimos con el rumbo invariable. Personalmente, creo que no es un escenario que refleje la realidad de lo que está sucediendo… que la resaca está por llegar… y que si no lo ha hecho ya puede ser un artificio forzado a base de inyecciones de dinero, desde los bancos centrales. Y precisamente por esto, me limitaré a sujetar con mayor fuerza el timón… a seguir con el rumbo trazado, a tratar de llegar a buen puerto… cuanto antes mejor. Un puerto que los acontecimientos socio-políticos parecen querer alejar cada vez más… (y esto lo digo desde la más absoluta imparcialidad política, porque creo sinceramente que estés donde estés ideológicamente posicionado, nadie que no seas tú va a mover un dedo por facilitarte la existencia… o por lo menos, sin un algo a cambio). Así que si no ves tempestades ni vientos… ponte a soplar para animar las velas, no vaya a ser que la estrategia de los que gobiernan  sea dejar las cosas como están… y te veas flotando a la deriva hasta que tengan que rescatarte… con pan hoy, pero hambre para mañana, cuando una mísera pensión con nulo poder adquisitivo sea el único puerto abierto para muchos.

   En la vertiente técnica, pues el año nos deja una de las mayores revoluciones en el mundo laboral y conseguida en menos tiempo: la del tele-trabajo. Suena triste decirlo, pero la aparición del COVID-19 ha sido su mayor impulsor. Y “a la fuerza ahorcan”.

   El otro día escuchaba una afirmación con la que no puedo estar más de acuerdo: la ciencia es la gran impulsora de la humanidad, la que permite su evolución, y la que consigue variar las reglas de la naturaleza para inclinarlas un poco a nuestro favor. Este año, puede ser con una vacuna conseguida en tiempo en tiempo récord. En un futuro, quizá la nano robótica termine de inclinar la balanza con determinadas patologías. Creo que vienen años apasionantes para el conocimiento, que ahora más que nunca es asequible, compartido y actualizado. No aprovechar esta situación puede significar empezar a vivir en un mundo que no comprendemos. Ser técnicamente buenos en lo que hacemos, ha dejado de ser un privilegio (de poder pagarlo o poder asistir a un buen centro, con buenos docentes): se ha convertido en una elección personal.

   Es más, todo avanza tan rápido, que el simple hecho de mantenerse un poco al día… empezará a suponernos un esfuerzo considerable, pero creo que también apasionante.

   Y en lo que a relaciones inter-personales se refiere, pues creo que este año nos ha servido a muchos para reflexionar sobre qué es realmente importante. Sin idealismos: al codicioso le habrá servido para ratificarse en su codicia. Y a quien haya sufrido una pérdida irremplazable, tal vez para replantearse toda su existencia.

   En mi caso, 2020 me ha servido para recordar que lo que nos pasa en la vida es un 10%… y el 90% restante es la actitud que adoptemos ante eso que nos pasa. Una decisión que vuelve a ser nuestra.

 También, una vez más, para ratificar que el tiempo es lo más valioso del mundo.

   Y con esto en la cabeza, pues no quiero ser el más rico del cementerio, simplemente me conformo con tener (como decía Jack Bogle) “Suficiente”… suficiente dinero como para no tener que preocuparme demasiado por demasiadas cosas, suficiente tiempo para estar con los míos, con los que de verdad me importan. Porque como he dejado escrito muchas veces por estas páginas, a diferencia de lo que pasa con el dinero, el tiempo, mal invertido, se pierde para siempre.

Sinsentido común.

«Sinsentido común» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


   Como en muchas otras ocasiones, lo que los entendidos (ya confesé que yo no lo soy) llaman “el sentimiento del mercado” ha dado un giro de 180 grados. Todo lo negro que se veía, parece ahora de color de rosa. Y sólo han bastado un par de noticias –tal vez ni siquiera eso… sólo han sido “esperanzas” publicadas – para obrar el cambio.

   Una vez más. Nada nuevo. Hoy luce un día fantástico. Pero no me cabe duda que las nubes volverán a formarse y que nuevas tempestades nos esperan de nuevo… en un ciclo sin fin (si, esto ha sonado mucho a “El Rey León”, je, je, je)

   Pero no va por ahí mi reflexión de hoy. No. Mi punto de crítica hoy se centra en muchos de los comentarios que he leído y escuchado durante ese apesadumbrado camino por la zona roja que los tiempos recientes han dejado a la mayoría de los inversores. Por un lado, parece que efectivamente permanecer en el mercado es realmente difícil. Ceñirse al plan, y mantenerlo es complicado, pero el papel lo aguanta todo y cuando la realidad llega, muchos, víctimas de la aversión a la pérdida, cambian de estrategia o directamente se bajan del barco a la espera de que las turbulencias amainen. El peor enemigo de la inversión, somos nosotros mismos.

   Comprensible. No tanto, que una parte de éstos atemorizados marineros, traten además de buscar compañeros de bote para abandonar el barco… para sentirse arropados en la decisión… para acertar o equivocarse, pero no solos…sin hacer el análisis de que equivocarse en grupo, es también, al fin y al cabo, equivocarse individualmente.

   Y finalmente, de  entre este grupo, hay un subgrupo que no sólo abandona el barco y busca compañeros… sino que además trata de quemar el barco que abandona. “Hay que salirse del Ibex”, “USA se hunde”… etc, etc..

   Al final, aparente inversores de largo plazo, se delatan como especuladores (con todo mi respeto por el término y las personas que se dan a ello, que conozco algunos buenísimos, pero que nunca trataron de ocultar lo que son. Simplemente no es lo mío). Lo que me fascina es que, por poner un ejemplo, personas que viven y trabajen en España, por un sentimiento, que normalmente suele ser más ambición que otra cosa,  no quieran invertir precisamente en el país que viven y trabajan. Personas que se delatan con un pensamiento de quiero ser rico en España, pero sin invertir un duro en España…

– ¿En serio? ¿Eso cómo se come?…

 Si no hay inversión en empresas locales que proporcionan bienes y servicios, ¿qué calidad bienes y servicios locales podemos esperar? No quiero con esto alejarme del esquema de diversificación global que tanto me gusta. Pero no seamos incoherentes, porque (será porque nos gusta por algo) vivimos aquí.

Un análisis barato.

«Un análisis barato» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


   Una vez más tenemos un escenario de incertidumbre y no se sabe qué va a pasar en los mercados.

   Bueno… ¡ejem!. Esto no es nuevo. Después de unos cuantos años por aquí, he llegado a la conclusión de que precisamente ésta es la situación normal del mercado: casi siempre hay algo que “amenaza” la situación actual.

   Creo que no me equivoco si digo que las noticias de los medios… llamémosles “comunes” (canales de TV especializados y prensa salmón), siguen siendo cortoplacistas. Y digo “creo”, porque hace ya mucho tiempo que dejé de seguirlos. Pero aun así, como uno está en el mundillo, no puede dejar de escuchar “ruido de fondo”. Y así, uno se entera de que hay una “sensación generalizada” de que el mercado de EEUU está únicamente sostenido por los valores tecnológicos.

   Puede ser. Pero me voy a permitir hacer un análisis barato, por el puro gusto de remar contra corriente. Y antes de nada, aclararé que este análisis tampoco va a producir ningún cambio en mi modelo inversor de aportaciones periódicas y diversificadas.

   Efectivamente, el mercado de EEUU lo están sosteniendo los valores tecnológicos: las primeras posiciones del índice, ordenadas por capitalización, las ocupan Apple, Microsoft, Amazon, Facebook y Google, cuyas respectivas cotizaciones es verdad que están sosteniendo el valor del índice en color verde.

   Y aquí viene mi análisis barato, que parte de preguntarme si estas empresas realmente están sobrevaloradas. ¿Lo están? ¿O simplemente reflejan un poco de lo que está pasando, no simplemente en EEUU, sino en el mundo entero?.

   Porque lo que yo percibo directamente es que todo lo que está pasando hace que su modelos de negocio no sólo se vea respaldado por nuestras acciones (desde hace mucho tiempo ya: Facebook tiene 16 años, Google 22, Amazon 24, Apple 44 y Microsoft 45), que cada vez somos más usuarios, y cada vez consumimos más de sus servicios… hasta tal punto que ese consumo en ocasiones es sin ni siquiera tener conciencia de ello e incluso sin quererlo.

   ¿Quién no lleva hoy en día un móvil? ¿Quién no se comunica por mail? ¿Quién no realiza búsquedas en la web? Las personas “analógicas” son una especie en extinción… y, aunque suene duro decirlo, quien esté desconectado lo tiene todo un poco (por no decir bastante) más difícil. Sinceramente, no veo a nadie enviando un CV por carta, consultando el callejero (aquel libro con apariencia de biblia que no faltaba en ningún coche), o enviando un fax… Ese punto de inflexión hace tiempo que se ha alcanzado: el mundo es digital y la revolución tecnológica ha llegado para quedarse. Y esto es sólo la parte que se ve, por la que podríamos decir que esas empresas tecnológicas… funcionan, y consecuentemente tienen beneficios.

   A esto, hay que añadir el beneficio que no es tan fácil de ver: por poner un ejemplo, cuando una persona hace una reserva para un alojamiento mediante AirBnB (la plataforma que más reservas gestiona a nivel mundial), la infraestructura tecnológica de todo ese negocio, la presta Amazon (mediante AWS -Amazon Web Services-, la plataforma de computación en la nube de Amazon, con la que factura más que con su negocio de venta y distribución).

   Lo dicho. Hace mucho tiempo ya que el mundo es digital, y vivimos conectados. Lo que está pasando es simplemente una evolución, pero que yo creo que tiene muy largo recorrido: por un lado la expansión de la conectividad a las cosas cotidianas. Eso que se conoce como “el internet de las cosas”, y por otro la evolución de la robótica, impulsada por la Inteligencia artificial.

   Conviene recordar también, que estas empresas no han tenido en sus orígenes un afán recaudatorio: Gmail, Facebook, etc, son servicios inicialmente gratuitos para sus usuarios… que ya se están monetizando por vías alternativas, pero que tienen recorrido para monetizarse por una vía mucho más directa, con servicios añadidos, cuentas para empresas, almacenamiento adicional, etc.

   Y con toda esta mecha encendida y ardiendo a buen ritmo… llega la tragedia del Covid19, que lejos de perjudicar, ha sido el gran acelerador de muchos escenarios digitales, como el del tele trabajo, que gracias a una tecnología que ya existía desde hace mucho tiempo, se ve adoptado de la noche a la mañana por casi todos los que en su día a día acudían a un centro de trabajo para ponerse delante de un ordenador…

   Sinceramente, no sé si las empresas tecnológicas estarán sobrevaloradas, o es que realmente navegan a todo trapo en un mar en el que vientos y corrientes se han alineado con su ruta. Y viendo la evolución de todo esto, creo que tienen viento de cola para rato.

Y para terminar este análisis barato, dejaré caer por aquí que todo esto consume electricidad… mucha electricidad. ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Yo confieso.

«Yo confieso» es una entrada escrita por Ernesto Bettschen.


Cada vez estoy más convencido de que, en lo relativo a inversiones, lo que hago y cómo lo hago es bueno (al menos) para mí.

   Hoy va a ser el día en que os haga una confesión: no tengo ni idea de finanzas, ni de economía, ni de casi nada de lo relacionado con el mundo del dinero…

   Sí. Confieso ser un completo ignorante en ese pilar fundamental de la (f)independencia… y sin embargo, es un área sobre la que he trabajado y sigo trabajando bastante… y que, a nada que eches un vistazo a lo que escribo por aquí, verás que ocupa muchas páginas.

   Pero no tengo ni idea. Y por eso precisamente, cada vez estoy más convencido de que el modelo de gestión pasiva es el más adecuado para mí. De verdad que me encantaría poder tener interés y tiempo para ponerme a analizar empresas. Pero desafortunadamente, el interés no aparece (o no lo hace con la suficiente intensidad), y el tiempo prefiero destinarlo a otras cosas…

   Para terminar de completar mi ignorancia, confesaré también que, aunque sí que he leído (y sigo leyendo) libros y blogs sobre inversión, en el día a día huyo de la prensa salmón y otras fuentes de noticias económicas de reconocido prestigio… que desde mi punto de vista están muy orientadas al corto plazo, con el que no comulgo. Lo considero y denomino “ruido”… porque me he dado cuenta de que es como un “run run” molesto que lo único que hace es tratar de desviarme de mi plan a largo plazo.

   Durante muchos años he afirmado que “el que más sabe de todo esto no sabe nada”, pero a estas alturas tengo que reconocer que he conocido inversores (que paradójicamente aparecen poco o nada en esa prensa salmón y fuentes de reconocido prestigio) con esa capacidad de leer e interpretar estados financieros con un elevado porcentaje de acierto.

   Yo (vuelvo a confesar) no soy capaz. Y además, creo que cada vez las empresas tienen mayor grado de sofisticación a la hora de elaborar sus balances… que deberían ser cristalinamente claros… pero que desafortunadamente no lo son y en muchos casos todo es fruto de una cuidadísima labor de “maquillaje”. Y yo no soy maquillador… así que desconociendo las artimañas del gremio, en el minuto uno habría quedado fuera de la partida.

Ante esta confesión, podría llegar a concluirse, que mi ignorancia me reporta cierta tranquilidad… ya que, ante cualquier escenario, simplemente tengo que continuar haciendo exactamente lo mismo. Y esto es lo que me permite seguir avanzando en mi plan. Otra manera de hacer, creo que me llevaría a una especie de «parálisis por análisis».

   Así que para mí, al final, un plan a largo plazo, con aportaciones periódicas y constantes a fondos indexados sigue siendo la mejor opción y la que menos tiempo me lleva. De este modo, sin tener ni idea de casi nada, obtengo unos resultados que no serán ni los mejores, ni los peores (pero cuyos resultados en todo tipo de ciclos cada vez me convencen más)… con un coste razonable, sin tener que analizar el momento y beneficiándome de una gran diversificación.

   ¿Qué más puede pedir un ignorante cómo yo?

El título de este post es un tributo a «I confess» (Yo confieso), película de 1953 dirigida por Alfred Hitchcock.